Pinta por puro placer -asegura riendo que no es un trabajo, que no ha trabajado nunca- y, sobre todo, por necesidad. Los cuadros, los colores y las pinceladas que aprendió de los impresionistas son para Luis Pérez Espinosa (Murcia, 1952) "un medicamento para luchar contra el negro de la vida". Y ahora, sus últimas creaciones se exhiben hasta final de mes en el Real Casino de Murcia -lleno de una Luz diferente- en la que dice que será, "por motivos familiares", su última exposición.

Se niega a caer en el pesimismo. Recuerda que "el arte siempre ha estado en crisis" y él prefiere no perder el tiempo, en ningún sentido... "Hay mucha gente triste que está perdiendo los días de su vida, pero lo que pase no se va a repetir, no vas a ver el gol otra vez". Por eso él prefiere vivir cada día "como si fuera el último" y no malgastar el tiempo "dominado por la tristeza ni odiando". Dice que "en la vida es importante perdonar", aunque sabe que 'los Judas' existen y, de hecho, una talla cedida por una iglesia de Cartagena se lo recuerda con ironía a él y a quien visita estos días el Casino. "Hay que ser precavidos, porque la vanidad y la envidia siempre están presentes", añade este creador que asegura haber encontrado "el equilibrio", un estado del que salen sus cuadros.

La propuesta de exponer en el Casino fue para el autor murciano "un desafío al que fue imposible resistirse" y, una vez en su estudio, las obras "salieron una detrás de otra". Los paisajes, llenos de fuerza, dominan una sala que Pérez Espinosa quiso convertir en un lujoso salón con los suntuosos muebles -fabricados en El Cairo y prestados por una tienda murciana- sobre los que reposan sus cuadros, en lugar de estar colgados en paneles. "Me parecía bonito combinar los cuadros con los muebles, hacer una fusión... Además, en las casas no hay paneles", explica sonriendo el creador, quien huye así de "la frialdad" que, en ocasiones, se respira en las salas de exposiciones.

Y es que en la mente de Pérez Espinosa siempre está que sus obras vayan a las casas de la gente. Dice sonriendo que es "el tutor" de sus cuadros y que su "misión es encontrarles casa". De hecho, afirma que su máxima satisfacción es que haya creaciones suyas "cerca de otras personas y que las disfruten". Un arte con el que pretende "remover el lado bueno de la gente".

Para este pintor, amante de la pintura de Van Gogh, Pissarro y Monet, entre otros, el arte "no es para hacer pasquines, no hay que hacer de él una reivindicación social, sino que tiene que remover lo bueno que cada uno llevamos dentro". Algo que Pérez Espinosa pretende lograr a través del "emocionismo", un estilo propio que él define como "pintar de dentro hacia fuera". "Los impresionistas iban al campo a pintar los paisajes -prosigue-, pero yo lo hago al revés y pinto los paisajes de dentro hacia fuera... Se trata de deformar la realidad con el máximo de belleza".