Para muchos, una forma de retratar para siempre un momento de su vida; para otros, un oficio; para todos, uno de los mayores inventos de la época moderna. Hablamos, como no, de la fotografía. Pero, ¿por qué revolucionó el mundo? Muy fácil, con la llegada de la fotografía se cumplió un sueño social: el de ser ´inmortales´, un honor que hasta entonces solo tenían los ricos, que podían permitirse pagar a un pintor para que éste les retratara en un lienzo que podía ser visto por todos hasta después de muertos.

El Archivo General de Murcia acoge hasta el próximo 20 de julio una exposición dedicada a este arte. En ella se pueden ver diferentes tipos de cámaras de los siglos XIX y XX. Grandes, pequeñas e incluso de espías. También se exponen retratos realizados por fotógrafos murcianos e incluso se ha recreado un estudio de la época.

Muchos nombres han pasado a la historia de la fotografía por su vinculación a esta, entre ellos el de Ángel Navarro Candel, un cerrajero murciano sin estudios que inventó la cámara Anaca. «La cámara más perfecta que he visto hasta ahora», señaló un fotógrafo alemán tras comprobar con sus propias manos los avances de dicha herramienta.

Por eso, el Archivo le invitó a hacer una conferencia ayer para que explicara cómo y por qué decidió inventar su cámara, la cual ofrecía, entre otras, la ventaja de ser mecánica y no de madera, como las que había hasta entonces, y una mayor movilidad «para ofrecer facilidades al fotógrafo que había pasado de ser muy técnico a un verdadero artista», señaló Navarro en una entrevista realizada tras la charla.

Sin estudios, pero observador

Navarro fue un ´niño de la guerra´, sin estudios, pero con un ingenio desbordante. Le gustaba, y le gusta, pintar y tenía una capacidad de observación que le ayudó a convertirse de cerrajero en uno de los inventores más conocidos de Europa. No solo hizo la cámara Anaca y diversos instrumentos para los estudios de fotografía de la época, como sillas giratorias o sistemas para colocar focos en el techo, también creó máquinas para hacer bombones y para hacer hasta 50 kilos de palomitas. Aprovechaba los conocimientos que adquiría día a día para sus nuevas creaciones, como es fue el fuelle de su cámara «que copiaba al de un acordeón».

«Empecé a diseñar cámaras de fotos entre los años 55 y 60, después de haber trabajado como cerrajero, ayudante en una ortopedia y reparador de aparatos de rayos X», apunta Navarro, quien asegura que «no hace falta estudiar para inventar. Lo importante es ser curioso y observador». Durante sus inicios, en la cuadra de su suegra, Navarro tenía encargos de distintos puntos de Europa para mejorar cámaras ya existentes. Luego compró una casa, en la que seguía trabajando en su invento, y más tarde se trasladó hasta Molina de Segura donde abrió una fábrica, dando trabajo a 80 niños de 14 años. «Los elegía de esa edad porque sabía que así se acostumbrarían a mi manera de trabajar», apunta el inventor.

Casi mil cámaras

Hasta 1978, Navarro construyó casi mil cámaras a mano, que se exportaban a toda la geografía nacional, pero también de Europa y el mundo. De hecho, a sus 88 años, el inventor apunta que a día de hoy «podría dar la vuelta a Europa sin pagar un duro, gracias a las amistades que hice entonces y que conservo».

«Para mí era muy importante portarme bien con los clientes.Por eso, en cuanto alguno me comunicaba que le gustaría que la cámara tuviera algún cambio, le escuchaba y rápidamente trabajaba en ello para ir perfeccionándola. Incluso llegué a adaptar una Anaca para un fotógrafo ciezano que perdió el brazo derecho en un accidente de tráfico y me pidió que por favor hiciera algo para que pudiera seguir dedicándose a esta profesión. Lógicamente, lo hice», detalla Navarro quien recuerda entre risas que en el embalaje de las cámaras que enviaba a América metía una botella de coñac.