Un drama ligero y coral, con recado contra la homofobia, que nos llega de Venezuela por asuntos de coproducción, aunque en nuestras pantallas ya resabiadas presenta un desfase de al menos cuarenta años tanto en discurso como en exposición.

Cuenta la circunstancia de un fotógrafo homosexual que recibe la visita de su hijo adolescente y está regida por una querencia hacia el culebrón que de ningún modo quiere ocultar, lo que la lleva a promocionar su mensaje por el camino de la emoción epidérmica, el estereotipo, la sobredosis sentimental y el deje lacrimógeno.

Es esa intensidad flagrante, el venir tan de cara y su paladar tan sencillo, lo que tal vez conquiste al espectador español, quien, de mantenerse la tendencia política del país, tal vez hasta la encuentre cine de actualidad.