Convierte al sexo, con todas sus variantes en protagonista destacado de una película que no logra superar los complicados obstáculos que se erigían ante ella, especialmente la artificiosidad del argumento y la frágil descripción de los personajes. De ahí que los elementos dramáticos que definen la historia pierdan buena parte de su sentido. Un plante amiento que se agrava con la condición de película coral con la que nos enfrentamos, hasta el punto de que el director ha de enfrentarse hasta con 15 tipos que tratan de dar salida a sus conflictos emocionales y, por ende, sexuales. Y cuando esos seres no son plenamente consistentes no debe extrañar que lo que vemos pierda su sentido de la estabilidad.

Lo cierto es que el director Roberto Pérez Toledo, que debutó en 2011 con la esperanza- dora Seis puntos sobre Emma, aunque arrastrara algunos defectos, no consigue meterse de lleno en el universo íntimo de individuos que pueden, incluso, resultar grotescos. Sus dos películas siguientes, Al final todos mueren en 2013 y Los amigos raros en 2014, no mejoraron demasiado el panorama de su cine y Como la espuma, desde luego, es un paso atrás.

La cinta transcurre en una mansión que reúne de nuevo a amigos, conocidos y extraños, que han acudido a participar en una orgía en la que, como es de esperar, no hay límites para nada y en la que heterosexuales y homos, jóvenes todavía pero con edades que en muchos casos superan la treintena, recuerdan un pasado que alberga relaciones tormentosas. Es probable que sea la película española que rompe más barreras en el plano del sexo, pero lo hace sin llegar a sintonizar con lo que se está viendo. Una experiencia que, en suma, desembocará en un montón de historias de amor, desamor, reencuentro y descubrimiento que convulsionará la vida de los personajes. Presencia en el reparto de algún actor ilustre, como Elisa Matilla, aunque el predominio es de nombres de escaso cala do con pedigree televisivo, sobre todo.