Ofrece una muy reducida cartera de alicientes, casi ninguno hasta que en su tramo final denota una inusitada sensibilidad para tratar temas tan delicados como la homosexualidad precoz y la infancia problemática, que es obvio que no redimen ni mucho menos la película pero al menos impiden que se vaya directamente al contenedor de basura.

Esta comedia juvenil deliberadamente pasada de rosca no es, por ello, un producto a recomendar y su estreno muy poco publicitado en España certifica que no ha tenido, apenas, capacidad de convocatoria, aunque permite comprobar de nuevo que el obeso Jonah Hill, que se ha reivindicado notoriamente con su nominación al premio Oscar por Moneyball, no es el típico y estúpido actor recluido en el subgénero de turno. El argumento podría calificarse de una versión juvenil de una cinta infantil de 1989 de John Hughes, Solos con nuestro tío, que se recreaba, asimismo, en las trastadas que montaban dos niños la noche en que se quedaban al cuidado de su tío-canguro.

Con algunos toques, también, de la serie. Este chico es un demonio. Aquí el que ejerce la función de asistente es Noah, un joven sin oficio ni beneficio que se ve obligado, para complacer a su madre divorciada y permitir que salga una noche con su nuevo pretendiente, a cuidar de tres niños realmente diabólicos: un adolescente repleto de complejos que no admite su condición de gay, una niña con vocación de adulta que adopta la actitud de una prostituta y un niño hispano aficionado a lanzar petardos y a jugar a ser terrorista.

Con semejante material humano, que desdice todo lo que de encantador y tierno tiene la infancia, la noche que va a vivir Noah es de auténtico caos, más aun cuando se atreve a salir con ellos por unas calles de Nueva York que van a mostrar su peor fachada y las drogas y el sexo se van a erigir en compañeros lamentables de viaje. Por si fuera poco, su supuesta novia, una egoísta del sexo, no hace más que echar leña al fuego. Torpe y vulgar en buena parte de su itinerario argumental, sus revelaciones finales ya señaladas impiden que la vulgaridad se cebe con la cinta.