Es solo la segunda versión de relieve del libro clásico infantil, publicado en 1942, de Antoine De Saint Exupery y, con mucho, la mejor. La otra que gozó, también, de cierta popularidad, aunque cosechó un fracaso comercial considerable, fue la dirigida por Stanley Donen en 1974, un musical que no llegó a conectar con el auditorio. Ahora, además, se presenta en un formato inédito, el de animación digital rodada con el sistema Stop-motion, con soluciones más que aceptables que permitirán que los fotogramas interesen tanto a los adultos como a los pequeños. A nadie escapa que el mayor responsable de las virtudes de la película no es otro que el director Mark Osborne, que ya había mostrado con creces su dominio del género animado en Kung Fu Panda, que fue nominado al Oscar en 2004.

Por encima de cualquier otra cosa, ésta es una historia sobre la amistad que envuelve a dos seres antagónicos, una niña que atraviesa los delicados momentos de su integración en el mundo de los adultos, y un anciano piloto que ha vivido un sinfín de aventuras en su vida que ahora, con un entusiasmo envidiable, trata de contar a la pequeña. Una relación que evoluciona de la incomprensión al afecto a medida que se produce una compenetración evidente entre los dos personajes y que adquiere su verdadero sentido mágico en el momento en que el piloto, que mantiene su avión en el patio de su casa preparado para cualquier emergencia, invita a la niña a visitar el universo del Principito, un lugar en donde todo es posible y que le facilita volver s un pasado que sigue vivo en su mente y en el que contactará, condicionado por el desierto, con seres sorprendentes como la Serpiente, el Zorro y la Rosa.

Un factor a resaltar, con mucho, es la loable solución estética que se ha dado a las imágenes, que tienen un esquema propio del cine normal animado cuando el relato cuenta la existencia habitual de la pequeña y de su entorno, pero que se transforma por completo en diseño y colorido al sumergirse de lleno en el marco de la fantasía del Principito. De este modo, se logra el acierto de respetar por completo los dibujos originales.