Serio, riguroso y esclarecedor, este documental sobre el Sáhara Occidental ilustra a la perfección sobre la situación de un conflicto, el del pueblo saharaui, que se arrastra desde mediados de los setenta, cuando España dejó de ser la potencia colonial, y que sigue sin resolverse pasados más de 35 años.

Tanto el director, Álvaro Longoria, como el productor y en buena parte artífice del proyecto, Javier Bardem, han sabido encontrar la metodología y los materiales adecuados para reflejar la realidad de un problema que ha marcado el devenir del noroeste de África y que a pesar de la resolución de la ONU de celebrar un referéndum sobre la autodeterminación, el proceso para llevarlo a cabo sigue totalmente estancado.

Con utilización de material de archivo, entrevistas a más de 70 personalidades vinculadas al tema, desde políticos y dignatarios hasta activistas del Polisario y víctimas de la represión marroquí, y un sentido didáctico que recurre a la animación para explicar la complejidad de la situación política de la región se han consumado 80 minutos de un magnífico largometraje. Los primeros fotogramas nos muestran a un equipo de la película, encabezado por el propio Bardem, a su llegada a la ONU para entrevistarse con un alto dignatario de la Organización en relación con el conflicto.

Es el momento de echar la vista atrás y repasar la historia del drama de un pueblo que reclama el derecho a la autodeterminación y que fue abandonado a su suerte, y a pesar de las promesas en sentido contrario, por España. Desde la Marcha Verde, que tuvo lugar en los estertores de la dictadura, hasta hoy, se hace hincapié en que la realidad del pueblo saharaui está vinculada a la terrible represión de las fuerzas policiales marroquíes, que a pesar de su contundencia y sus torturas no han podido rebajar su ansia de libertad.