Aunque Reagan fuese quien le mandó definitivamente a la lona, el presidente Jimmy Carter ya era, a finales de los 70, un boxeador noqueado y a punto de caer. La crisis de rehenes en Teherán, que mantuvo a 52 ciudadanos norteamericanos retenidos durante 444 días en la Embajada yanqui de la capital iraní, forjó para Carter un arquetipo imposible de tragar en un presidente de USA: un tipo blando y poco resolutivo. Además, esta crisis internacional trajo consigo una de las imágenes más potentes de la última historia norteamericana: los rehenes fueron liberados justo durante el discurso inaugural de Reagan, en un movimiento inesperado que casi otorgó un cheque en blanco al nuevo mandatario. En el tiempo de la retención hubo numerosas intentonas de liberación de los secuestrados, pero la más llamativa no se produjo entre los 52 retenidos "oficiales", sino de 6 diplomáticos que lograron evadirse el día de la ocupación de la delegación norteamericana y que, en ese momento, se encontraban escondidos en la Embajada de Canadá.

El director Ben Affleck, no confundir con el actor (a pesar de que sean la misma persona), que ha firmado las sobresalientes 'Adiós, niña, adiós' y 'The town', ataca el thriller político de suspense con este nuevo trabajo que cuenta cómo un rescatador, Tony Méndez (el propio Affleck), se infiltró en la capital iraní haciéndose pasar por el productor canadiense de una película de fantasía, 'Argo', y consiguió liberar a sus compatriotas enmascarándolos como parte del equipo de localización del rodaje. Planteada siguiendo las directrices de un Alan J. Pakula que visita, de vez en cuando, el 'Topaz' de Hitchcock, el filme deAffleck comienza con una escena de prólogo que resulta de lo más potente de la cinta.

La toma a la Embajada le sirve al actor/director para establecer el tono de su largometraje y construir a partir de ahí una narración múltiple (se agradece el dúo cómico John Goodman/ Alan Arkin) con demasiada afición al recurso del suspense en paralelo (ya que le gusta tanto ese truco, uno le recomendaría al cineasta que probase la pantalla partida). Eso sí, si algo se le puede reprochar a Affleck es la supuesta sobrecarga de patriotismo yanqui o su efectismo en la escena de clímax. Uno no se inspira en Pakula para ser, a un tiempo, artificioso, con el objetivo de remover al espectador; pronorteamericano, con su perfil orgulloso de bandera y ejército; y conspiranoico, con esas oscuridades repletas de cadáveres que se quedaron por el camino y que, cómo no, el maldito gobierno nos ocultó.