Sigue a rajatabla las normas socorridas y tópicas del cine de acción, sin aportar nada de su cosecha personal y valiéndose de recursos que en ocasiones remiten al filón de James Bond. Nada resaltable que contribuya a elevar el tono de las aventuras hasta ahora vividas en la pantalla por el sicario Arthur Bishop, un personaje creado por el guionista y escritor Lewis John Carlino, que debutó en las pantallas allá por 1972 con 'Fríamente, sin motivos personales' ('Mechanic' en el original), que dirigió Michael Winner con Charles Bronson de protagonista y que regresó de forma inesperada en 2011 con 'The Mechanic', dirigida por Simon West y con Jason Statham incorporando al antihéroe.

Como era de esperar en este caso a la tercera no va la vencida y ni la historia ni el personaje experimentan metamorfosis positiva alguna. Y eso a pesar de que los productores decidieron contratar los servicios de un director alemán de indudable prestigio, Dennis Gansel, que ha adquirido notoriedad por dos películas muy premiadas y de espléndida factura, 'Nápola' y 'La ola'.

El problema es que trabajaba con un material de desecho que no invitaba precisamente a efectuar experimentos audaces. En realidad, lo único que ha conseguido es incrementar la nómina de escenarios de lujo, valiéndose para ello, sobre todo, de Tailandia, Brasil y, en menor medida, de Bulgaria y la isla de Penang. Bishop, por otra parte, sigue fiel a sus principios y en una forma increíble, a pesar de lo cual ha decidido jubilarse. Un recurso habitual que, eso sí, nunca se cumple y que lleva al asesino a sueldo a tener que involucrarse en una supuesta última misión. Todo es fruto de un siniestro magnate que lo "contrata", a cambio de su vida y de la de la bella norteamericana que le acaba de robar el corazón, para que asesine a tres poderosos individuos y haga pasar sus muertes como si fueran accidentes.