No es una biografía que aporte datos reveladores en el plano narrativo y tampoco se introduce con la intensidad necesaria en la personalidad del protagonista, pero es cierto que la serie interminable de experiencias y de situaciones en las que se vio inmerso aportan a la pelicula unas considerables dosis de interés. Y es que el galés Howard Marks puede enorgullecerse de haber desarrollado una existencia tan azarosa y sorprendente como llena de emociones.

El director y guionista Bernard Rose, que también ejerce de operador, ha tratado de captar en la pantalla parte de ese insólito legado humano, personal y profesional y lo ha hecho con discretos resultados, a veces con cierto sentido del humor pero en ocasiones sin entrar en el meollo de las cosas. Coproducción entre Gran Bretaña y España, rodada en parte en Mallorca y con breves cometidos de Elsa Pataky y Luis Tosar, su estreno en nuestros país ha sido semiclandestino.

Tratando de ceñirse con la mayor fidelidad a la época que describe, las décadas setenta y ochenta sobre todo, Rose ha manipulado la fotografía al estilo de las viejas filmaciones de la televisión de la época, recurriendo al principio al blanco y negro y más tarde, cuando las drogas pintan el entorno, a transparencias que a menudo son demasiado evidentes. dejando al margen su infancia, nos presenta a Marks poco antes de casarse con Ilze, su primera mujer, una época en la que ejerció de profesor y, curiosamente, desechaba cualquier estimulante artificial consciente de su responsabilidad ante los alumnos.

El problema es que las amistades, su afán por la aventura y, especialmente, las ventajas que veía en un negocio que era muy rentable y que parecía con muy poco riesgo acabaron por convertirle primero en un camello y después en un narcotraficante. Pero no llegó hasta ahí la cosa, puesto que su amistad con un miembro del IRA, el pintoresco Jim McCann, le invitó a moverse en el terreno del espionaje, colaborando estrechamente con el M16 británico y consolidando una de las fortunas más notables de su país. Tanto es así que pudo presumir de 43 alias, 4 hijos, 89 líneas de teléfono, 25 empresas a través del mundo y más de un millón de libros vendidos.