Extrae muy poco partido de una idea que podía haber dado mucho juego y se autolimita considerablemente perdiendo una ocasión envidiable. Estamos por ello ante una poco relevante comedia romántica que tiene como principal estandarte a Jennifer Aniston, que no está tan brillante como en otra ocasiones, y que corrobora las limitaciones que ya tenía la única cinta previa del director David Wain, Mal ejemplo, estrenada en nuestras pantallas de las cuatro que ha realizado.

Aunque su colaboración con el guionista Ken Marino, con el que forma tandem desde hace 23 años, ofrece a veces soluciones ocurrentes, es evidente que aquí prevalece la decepción.

El argumento nos sitúa, por una parte, en un referente obligado de la sociedad actual, la crisis económica, que ha dejado en el paro al matrimonio formado por el ejecutivo George y la aspirante a directora de documentales Linda, que acababan de instalarse en un microapartamento de Manhattan y ahora se ven obligados a trasladarse con el hermano de él a Atlanta.

Por otro lado y esta es la principal novedad, la pareja va a vivir una experiencia tan insólita como sorprendente, fruto de su encuentro casual con una comuna, Elysium, cuyos miembros viven felices aferrados a tradiciones propias de los años sesenta, cuando imperaba el amor libre, el nudismo, la no violencia y la lucha contra el sistema capitalista. La presencia de este colectivo permitía, sin duda, rentabilizar situaciones en las que el sexo, por supuesto, es el factor decisivo. El problema es que no siempre se consigue.

Aunque en principio George y Linda están desconcertados y no acaban de encajar entre seres tan liberados de prejuicios de todo tipo, pronto irán superando, especialmente ella, las trabas que tanto les chocan y encontrando el verdadero sentido a las mismas.