Si algo demuestra antes que nada es la consistencia y solidez de un Juan Antonio Bayona que en su condición de director de cine ha madurado de forma notable e indiscutible, aportando a su última película virtudes que solo brotan desde un profundo dominio de todos los resortes claves. El joven cineasta que se dio a conocer en 2007 con El orfanato y que asombró por completo en 2012 en todo el mundo con Lo imposible, con la que su protagonista, Naomi Watts, fue nominada al Óscar, ha superado con solo su tercer largometraje los más elevados niveles narrativos, evidenciando unas cualidades al respecto más que notorias. Es más, sus logros no solo se reducen a ese ámbito de la escritura cinematográfica, sino que se extiende de forma esencial a la dirección de actores, logrando cotas más que privilegiadas. Algo que es fundamental en una cinta en la que gran parte de todo el tinglado dramático descansa sobre la labor de un niño, Lewis MacDougall, que solo había tenido una única experiencia previa en la pantalla, Pan. Viaje a Nunca Jamás, que rodó en 2015. No se le puede pedir más.

Enamorado de la historia que cuenta desde que leyó el libro de Patrick Ness, que se basó en un argumento previo de la escritora británica Siobhan Dowd, que no pudo terminar la novela al morir a los 47 años víctima de un cáncer, Bayona tuvo de inmediato la corazonada que tenía que adaptarla al cine. En ella estaban todos los temas y buena parte de las cuestiones que ya aparecían en sus títulos anteriores, tanto el de la fundamental relación madre-hijo como el poder de fascinación de las historias y la necesidad de valerse siempre de la verdad. Para ello se vale de elementos determinantes en la vida de muchas personas, que no son otros que el acoso escolar, la fantasía y la utilización permanente del dibujo como recurso único. Con una mezcla armoniosa de realidad y sueños.

Conor, el protagonista, atraviesa a sus 13 años unos momentos muy delicados fruto, precisamente, de la enfermedad terminal de su madre y de un hecho inesperado, la visita que recibe a diario de un monstruo, un gigante que adquiere movimiento y que le habla.