Nos sitúa de lleno en un contexto tan demoledor como actual y auténtico, el de una crisis económica que se ceba de forma especial con los más débiles, y se vale para ello de unos seres que son perfectamente identificables y que representan a una mayoría de la sociedad.

El director galo Cedric Kahn, con la colaboración en el guión de Catherine Paille y a partir de una versión muy libre de la novela de Philippe Routier, cuenta una historia dramática que podría haberse extraído de cualquier periódico centrada en las vicisitudes que atraviesa una familia recién formada que quiere hacer realidad unos sueños imposibles y se ve abocada, sin remisión, en un ambiente donde prevalece la voracidad de los bancos y la supremacía del dinero, a la ruina. Ese es el gran valor de la película, que conduce al público, con una trama infestada de emociones y de sentimientos, a un paisaje tan desolador como real.

Los tres protagonistas, Guillaume Canet, Leila Bekhti y el pequeño Slimane Khettabi, desempeñan una espléndida labor. Los sucesos se precipitan con enorme rapidez desde que el francés Yann y la libanesa, afincada en Francia, Nadia se conocen en París, se enamoran y deciden formar pareja. Con ellos vivirá el hijo de ella, Slimane, cuyo padre nunca quiso reconocerlo. Ungidos por la euforia del amor y de la felicidad, sienten que pueden mejorar su situación económica con un ambicioso proyecto que, por desgracia, no tiene los pies en el suelo, sobre todo a tenor de los acontecimientos económicos que afectan a la órbita capitalista.

El caso es que la compra de un restaurante situado en un marco idílico, junto a un lago, y con un más que prometedor futuro, no da los resultados previstos y la dinámica de la hipoteca y los préstamos a los que han recurrido imponen su ley de forma drástica y terrible. En pocas semanas la situación del clan se hace insostenible.

Consulta los estrenos de la semana

Ver Críticas de Cine