La modelo francesa Marine Vacth ya había deslumbrado desde el universo publicitario con sus apariciones en anuncios de Yves Saint Laurent, Ralph Lauren y la línea See by Chloé. Pero, desde el año pasado y su paso por Cannes como intérprete de la prostituta adolescente de Joven y bonita, de François Ozon, es muy probable que ante ella se haya abierto definitivamente el camino del estrellato en el séptimo arte.

¿Cómo fue el encuentro con François Ozon?

Todo resultó muy sencillo. Hicimos unas pruebas y luego leí el guión. La historia me emocionó, me pareció fuerte, clara, pero necesitaba que François me tranquilizara, que me explicara cómo me filmaría, qué estética me impondría. En seguida me sentí cómoda con él. Me gusta esa chispa de picardía en su mirada, su forma de tratar a todos por igual en el trabajo. No me sentí aplastada por la autoridad del director, ni tampoco colocada en un pedestal. Cuando François decidió que haría el papel, me pidió que estuviera presente en las pruebas con los otros actores, para ayudar con el casting.Quería vernos a Géraldine [Géraldine Pailhas] y a mí juntas, para asegurarse de que la relación madre-hija funcionaba. También con Fantin, que hace el papel de mi hermano pequeño. Eso me ayudó a meterme en el papel de Isabelle.

¿Cómo entendía el personaje de Isabelle?

No diré que me identificaba con ella, pero me conmovía, tenía ganas de estar con ella. Al interpretarla, obligatoriamente, puse parte de mí misma en el personaje.

¿Opinó acerca del aspecto físico de Isabelle?

No, pero François y yo hablamos mucho. Antes del rodaje me pidió que no me cortara el pelo y que engordara un poco, para tener un aspecto más adolescente. Isabelle no es coqueta, no le va la seducción, no le preocupa la moda. La diseñadora de vestuario Pascaline Chavanne y yo hicimos muchas pruebas hasta encontrar la imagen perfecta para cada estación: muy muchacha en flo rpara el verano; más glamourosa y sexy para el otoño, cuando se prostituye, y a lo garçon, sin artificios femeninos, al final. No es una chica actual, es una chica sin más. Tiene un lado atemporal, y François no quería bajo ningún concepto que la película se convirtiera en un tratado sociológico acerca del fenómeno actual de las estudiantes que se prostituyen para seguir sus estudios.

De hecho, Isabelle no se prostituye por dinero.

No, Isabelle se prostituye del mismo modo que podría drogarse o participar en cualquier experiencia límite; lo hace para chocar contra el mundo, para encontrar su verdad. Isabelle no es víctima de sí misma ni de los demás, y sabe mucho más que los adolescentes de su edad, e incluso que los adultos de su entorno. Asume lo que hace, no se disculpa.

Hasta el punto de que le parece normal utilizar el dinero de sus citas para pagar al psicoanalista.

Exacto, nunca hay duplicidad. Es vulnerable y sólida a la vez; es una chica especial, solitaria, muy poco inclinada a la comunicación. No le apetece hablar de su experiencia con la prostitución. Sus silencios me conmueven profundamente, mantiene una distancia, está aquí sin estarlo.

¿Y su encuentro con Georges?

Creo que es un periodo importante en el año que muestra la película, y del que sale transformada. Estando con él, siente que la miran por primera vez. Hay ternura entre los dos. Con él descubre otra manera de moverse, una especie de intimidad, una relación con el placer, con el erotismo. Posiblemente, se abandone con él porque se siente protegida por la diferencia de edad y porque su relación tiene un precio. Entre ellos no hay nada posible. Y Georges ocupa un lugar importante en su vida porque le provoca un choque terrible. Se sentirá culpable por él, lo que detendrá su trayectoria en la prostitución.

Es posible que sin él hubiera seguido prostituyéndose y acabado con algún cliente violento.

En cierto modo, Georges es su ángel de la guarda. Pero quien realmente ayuda a Isabelle es la mujer de Georges. La libera del sentimiento de culpa por la muerte de Georges. Y también por haberse prostituido, cuando le confía que ella tuvo ganas de hacer el amor por dinero, pero nunca se atrevió. De pronto, nace un vínculo entre las dos como nunca ha tenido con su madre. La mujer de Georges le permite a Isabelle ser lo que es. Es la barquera.

Pero puede que sólo ocurra en la cabeza de Isabelle...

Yo creo que ocurre de verdad.

A Isabelle le cuesta comunicarse con su madre, y su padre no está...

Sí, pero no me parece un problema. Nunca pensé en la cuestión del padre ausente hasta que el psicoanalista la plantea. A François se le da muy bien dejar indicios psicológicos sin que los personajes deban atenerse a ellos.

En el coche, con Véronique, la amiga de su madre, Isabelle dice: «El peligro no soy yo.». ¿Quién, entonces?

Su madre, en primer lugar, porque sospecha que tiene una relación con el compañero de Véronique. Y, más generalmente, el peligro está en el deseo que suscita Isabelle a través de su juventud y su belleza, despertando frustraciones.

Isabelle parece muy afectada al descubrir que su madre tiene una aventura con Peter...

Isabelle vio un momento de complicidad en el teatro, pero estaba lejos. ¿De verdad su madre miente a su amiga y se acuesta con Peter? Puede que sólo le apetezca creerlo. No sé si le afecta de verdad. Y cuando decide enfrentarse a su madre, no lo hace porque la juzga, sino porque intenta crear un momento de complicidad, quiere seguir siendo su niña.

¿Isabelle cree en la historia de amor con su compañero de clase?

No, lo intenta, pero no se la cree. Pero eso no significa que se burle de él. Aparte del chico al que ve brevemente durante las vacaciones, es el primero de su edad con el que tiene una relación amorosa. Le cae bien, siente ternura por él, se ríen juntos. Le sirve para descansar, relajarse, y además tranquiliza a sus padres.

¿Cómo fue el rodaje?

Muy alegre y agradable. Sentí que trabajábamos en equipo. Todos íbamos en la misma dirección. Me gusta el lado pragmático de François, su forma de pasar de una escena a otra, de sumergirse en el trabajo de modo concreto, sin cumplidos inútiles. Fue duro porque aparezco en casi todas las escenas, pero siempre me sentí protegida.

¿Cómo se enfrentó a las escenas de desnudos?

Al principio tenía un poco de miedo, pero acabé rodando esas escenas como cualquier otra. Estaba tan metida en el personaje que me olvidé de mí misma. Dos meses de rodaje... Nunca me había implicado a tan largo plazo. Rodamos casi toda la película en orden cronológico. Cuanto más avanzábamos, más conocía a Isabelle.