Nos hemos acostumbrado a hablar de la ceremonia de los Goya refiriéndonos a ella como la gran noche del cine español. Puede que sea una sentencia un tanto grandilocuente pero, en este caso, parece más justa que en otra ocasiones. Todo funcionaba, se respiraba en el ambiente, desde la alfombra roja reconvertida en fucsia hasta el final de gala, la sensación de estar ante un año especialmente favorable, para público y crítica, era más que evidente. Y merece la pena recalcarlo. En 2014, los cines se llenaron y los aplausos se repartieron en los mismos niveles en las salas y en los distintos medios de comunicación. Hacía muchos años que no se condensaba tanta calidad entre los distintos trabajos nominados y, ocurriera lo que ocurriera, era complicado que alguien terminara en desacuerdo. Nos asegurábamos alegrías con el guion establecido y previsible que daba como gran triunfadora de la noche a ´La Isla Mínima´. Y así fue.

Pero seamos ordenados y empecemos por el principio. Si lo miramos por el lado positivo, diremos que el maestro de ceremonias, Dani Rovira, aportó, exactamente, lo que se pedía de él. Espíritu de monólogo constante y apariciones puntuales con la suficiente chispa como para justificar su presencia. El precedente inmediato, llamado Manel y apellidado Fuentes, lo ponía fácil pero eso no debe restar el valor de un presentador que apostó, con acierto, por un humor amable y con el que, para quien comulga con su propuesta, cumplió con creces. Lástima que el resto de gala no estuviera a su altura. Imposible enumerar la cantidad de incomprensibles decisiones tomadas, claqué y miniconcierto de Miguel Poveda incluidos.

Más allá del desastre televisivo, los Goya 2015 reiteraron una costumbre que ha sucedido en diversas ocasiones, la contundencia a la hora de premiar. Cuando a la Academia le gusta una película, le gusta MUCHO. Ocurrió con ´Mar Adentro´ (14 premios), ´¡Ay, Carmela´ (13) o ´Blancanieves´ (10) y, ahora, con ´La Isla Mínima´. El sobresaliente thriller de Alberto Rodríguez ambientado en unas marismas del Guadalquivir transformadas en infierno terrenal de barro, alcohol y promesas rotas, arrasó con 10 Goyas incluyendo Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guion Original.

Por su parte, ´El niño´, su contrincante directa en número de nominaciones, 16, se tuvo que conformar con 4 galardones, a excepción del Goya de Mejor Canción para India Martínez, esencialmente técnicos.

Para encontrar (relativas) sorpresas debemos ir al apartado interpretativo. Nerea Barros como Mejor Actriz Revelación y Karra Elejalde como Mejor Actor de Reparto por ´Ocho apellidos vascos´ rompieron unas quinielas que apostaban por los triunfos de Natalia Tena, Yolanda Ramos o Ingrid García-Jonsson, en el primer caso, y José Sacristán, en el segundo.

En la balanza de lo previsible y lo justo, Carmen Machí como Mejor Actriz Secundaria y Dani Rovira como Mejor Actor Revelación reforzaron el valor de la película de Emilio Martínez - Lázaro como una de las triunfadores de la noche mientras que Javier Gutiérrez puso la guinda a una carrera de premios intachable con el Goya como Mejor Actor por ´La isla mínima´. Por otro lado, Bárbara Lennie consiguió una victoria más que merecida en la categoría de Mejor Actriz por su inolvidable trabajo en ´Magical Girl´, la fascinante película firmada por Carlos Vermut, el mejor trabajo cinematográfico español de 2014 para un servidor, que tuvo que conformarse con un único premio. La mayor injusticia de la noche.

En definitiva, una muy decepcionante gala televisiva con destellos, ese discurso inolvidable de Antonio Banderas, pero también una gran oportunidad para reafirmar el nivel sobresaliente de un año de cine, el 2014, memorable. Por eso, a la hora de hacer balance es preferible quedarse con las películas protagonistas de un ejercicio cinematográfico que nos permite rendir homenaje a un conjunto de películas que han conseguido condensar el talento de una nueva generación de cineastas a través de historias nuestras y, al mismo tiempo, profundamente universales, humanas. Del thriller al drama pasando por la comedia para todos los públicos, el cine español podía permitirse, y se merecía con creces, una noche de celebración. Sigue funcionando mucho mejor en la gran pantalla que en la pequeña pero, al fin y al cabo, la comodidad siempre es preferible en una butaca que en un sofá.