Los amantes del cine de terror están perdiendo la cabeza. Al parecer Verónica es una obra maestra incontestable, «la mejor película de terror en mucho tiempo» llegué a leer. Yo siempre he preferido tomarme los entusiasmos con un mínimo de prudencia, sobre todo porque en ocasiones suelen ser verdaderas campañas de publicidad muy bien orquestadas. Desconozco si detrás de Verónica hay algún gurú de la comunicación que se ha encargado de que nadie le tosa a la película de Paco Plaza, más que nada porque sin ser una mala película el largometraje del director valenciano dista mucho de ser una obra cumbre del género. Pero vayamos por partes.

Verónica está basada en un hecho real que tuvo lugar a principios de los noventa conocido como el 'caso Vallecas', la única investigación policial, de la que se tiene constancia en España, en la que se habla, sin pelos en la lengua, de una situación abiertamente sobrenatural. El inspector que siguió el caso, José Pedro Negrí, se vio en las disyuntiva de firmar un informe en el que las puertas se abrían y cerraban solas, los crucifijos aparecían invertidos y la gente moría sin razón aparente. Plaza ha cogido este caso y lo ha ajustado aquí y allá para confeccionar su propia película.

El problema que tiene Verónica, empecemos por el principio, es que las cosas ocurren tal y como uno podría esperar en un caso prototípico de una joven que juega con una ouija y que termina poseída por el ente más diabólico y siniestro que pasaba por el lugar, por lo que en este aspecto, sorpresas ninguna. Más interesante es, en cambio, la descripción que Plaza hace de la familia víctima del acecho sobrenatural: tres hermanas, un niño pequeño y una madre demasiado ocupada con su trabajo al frente de un bar.

Plaza, que siempre ha demostrado tener un sentido del humor muy cachondo y predilección por las décadas de los ochenta y los noventa, convierte Verónica en una disección nada desdeñable sobre la pérdida de la inocencia a ritmo de Héroes del Silencio. Uno puede respirar aquellos años en Verónica por su música, por los sintetizadores de su banda sonora y por su ambientación general, que consigue integrar de forma sorprendente en la propia trama de la película. Después de Verónica la sintonía del anuncio de Centella, de aquellos tiempos, ya nunca volverá a sonar igual.

De todos modos, para quien quiera ir a pasar un buen rato de miedo Verónica es una buena opción. No llega a los extremos casi insoportables de Expediente Warren, pero sí que contiene los suficientes sustos y están lo suficientemente bien hechos como para pensárselo dos veces cuando uno tenga que ir al baño una vez en casa y se despierte en mitad de la noche. Se nota que Plaza no solo domina el género, sino que además le gusta y, sobre todo, no le tiene miedo. Y esto es importante, porque planifica muy bien las escenas de terror y domina al detalle el espacio fílmico sin salirse de los márgenes del género.

De hecho, y en realidad, la única pega de Verónica es que al final la película es más de lo mismo. Bien hecho, pero más de lo mismo. No hay un atisbo de riesgo a la hora de diseñar el filme, aunque Plaza sea valiente y se la juegue en determinadas escenas ( Centella te da tiempo para disfrutar, Centella?). Aún así, la apuesta es sólida y el futuro de Plaza extremadamente prometedor. Conviene verla, aunque si no la ven tampoco les va a pasar nada. Puede incluso que salgan ganando y que puedan ir al baño tranquilamente en mitad de la noche sin canturrear la puñetera cancioncilla de Centella te da tiempo para disfrutar, Centella...