Concierto

Ahí sigue, aún sexy en el Olimpo del rock

Rod Stewart, al frentede su banda.   | CHARLY PIAZZA

Rod Stewart, al frentede su banda. | CHARLY PIAZZA / Rubén Juan Serna

Nos estamos quedando sin grandes del rock. Quedan pocos artistas cuyas carreras hayan sido tan agitadas e innovadoras como la de sir Rod Stewart, en el Olimpo de los dioses del rock por derecho propio desde hace décadas y todavía viajando por el planeta, como en un último acto de rebelión, atrayendo multitudes. El martes, de hecho, visitó Murcia, y no defraudó.

A sus espléndidos 78 años, Stewart sorprende por su excepcional estado de forma, física y artística. Al frente de una banda mixta de doce miembros con trajeado núcleo –en el que destacó un estupendo saxofonista– nos llevó de viaje por los recuerdos a través de un catálogo de éxitos incontestables que en directo te hacen sentir entre fuera del tiempo y atrapado en el tiempo. Sobre el escenario, Rod tiene un carisma hipnótico y una fuerza escénica innegables. A lo largo de casi dos horas ofreció un recital soberbio en el que no faltaron temas de todas sus épocas desde los Faces, aunque con algún olvido imperdonable (Stay with me).

El setlist –la gira se titula The Hits– fue acertado y gustó, aunque lo cierto es que hubo poco rock and roll, pero, con el impresionante listado de canciones que maneja, puede hacer diez conciertos diferentes igual de buenos sin repetir un solo tema. Afortunadamente, mantiene el pulso rockero necesario, y algunos clásicos atemporales los interpreta con entusiasmo.

Abrir un concierto (tras una introducción sonando el himno Scotland the brave, con el que Stewart sale desfilando con las chicas) tocando una versión no es lo más acostumbrado. Pero abrir un concierto en 2023 con una versión de Addicted to love de Robert Palmer subrayando su producción nada actual y su lustre empalagoso es aún más raro. La cuestión es que en el mundo de Rod Stewart tiene perfecto sentido. Además de parecer perpetuamente instalado en los ochenta –con su icónico y extravagante peinado pelopincho rubio y enfundado en un traje centelleante y chillón–, el ya con creces septuagenario ha disfrutado de casi sesenta años de carrera, con éxitos deudores tanto de versiones como de originales. E insistió en ello, porque poco después versioneó Some guys have all the luck, de los Persuaders, vía Palmer.

Ahí sigue,  aún sexy en  el Olimpo  del rock

Ahí sigue, aún sexy en el Olimpo del rock / Rubén Juan Serna

Otros muchos temas originales de Stewart tuvieron su turno, como Young turks, de eufórico y estimulante synth pop. Obvió material muy valioso en su discografía, pero a veces se adivina por qué recurre a tanto material ajeno. Aparte de Maggie May –maravillosa, el público la coreó hasta desgañitarse, con ayuda de subtítulos en la pantalla–, sus influencias folk tempranas permanecen ocultas bajo baladas, rock de medio tiempo y pop. Rod se inclina alegremente hacia el aspecto más satinado, a menudo más hortera y más comercialmente exitoso de su carrera; se mostró como el personaje de traje reluciente para clientes de reservado de Las Vegas, a expensas del compositor más serio que también una vez fue.

Por supuesto, quizás se esté cansando de cantar una y otra vez sus éxitos. «No me retiro, pero llega un punto en que necesitas cambiar», dijo recientemente. Así que parecía que iba a ser la última oportunidad de escuchar sus éxitos con esa voz ronca envuelta en almíbar. Las coristas hicieron más versiones –I’m so excited, de las Pointer Sisters, y Lady Marmalade, de LaBelle, con su famoso estribillo: «Voulez-vous coucher avec moi ce soir?»), que precedieron la fase discotequera, con Baby Jane y el archiéxito Do ya think I’m sexy?: letra ramplona aparte, sonó como un innegable rompepistas, donde la numerosa banda se enredó en un ritmo tenso y sensual, y dejó al público cantando el estribillo hasta que volvieron a salir para el bis (mientras Rod se cambiaba de indumentaria o tomaba un respiro). Y es que Stewart supo manejar con habilidad el ritmo del espectáculo –de diseño tan sencillo como formidable–; reducía velocidad acudiendo a baladas e interpretaciones acústicas como Tonight’s the night o I don’t want to talk about it, que grabaron Crazy Horse. Salió vestido de azul y amarillo para cantar Rhythm of my heart, cuyas referencias a la guerra de Vietnam se adaptaron a la invasión de Ucrania, y en la pantalla aparecían imágenes de ciudades destruidas, pancartas de ‘No war’ e, incluso, una gran imagen de Zelensky.

El resto del concierto en su mayor parte fue más ligero, con éxitos pop como las citadas Young turks y Baby Jane, favoritos nostálgicos, y algunos standards del soul que ilustran cómo la voz de Stewart, incluso ya talludito, se mantiene en buena forma. La famosa versión de Cat Stevens The first cut is the deepest (seguramente, una de las que definen su carrera), I’d rather go blind (sublime, con la que rindió homenaje a la recientemente desaparecida Christine McVie, recordando algunos momentos de la grabación junto a Ron Wood) y Have I told you lately that I love you?, de Van Morrison, tuvieron interpretaciones sutiles que merecen figurar también entre lo más destacado.

El show pareció pivotar sobre Forever young, con banda de gaitas en la pantalla, y jigas y reels célticos sobre el escenario. Rod regresaba poco después para terminar la canción. Otro tanto ocurrió con The first cut is the deepest, y su voz rasposa se adaptó perfectamente al Downtown train de Tom Waits.

Una de las partes más emocionantes llegó cuando se sentaron todos los músicos en sillas ocupando la primera línea del escenario para tocar Tonight’’s the night y Have I told you lately that love you?. Volvieron a imprimir de nuevo el ritmo hasta el final con Baby Jane y Do ya think I’m sexy?, que hirvieron en la arena del coso («A la piscina vamos después del show»). La despedida llegó con Sailing, de la Sutherland Brothers Band, todos con gorras de marineros (¿a alguien más le recordó Rod de esa guisa al rey Charles?), que disparó nuevamente el karaoke. Alguna lágrima se derramó mientras se marchaba Rod con su eterna sonrisa de seductor que no ha perdido un ápice de aura.

Todo un espectáculo digno de Las Vegas. Ya les gustaría a muchos poder ofrecer en la actualidad un show de esta categoría. Fue una fiesta, un canto a la diversión de este granuja a todo ritmo. A ello se ha dedicado durante casi seis décadas de carrera. Y ahí sigue.