El joven Mario López Miralles regenta en la actualidad la vieja taberna que inauguró su abuelo Francisco López en la castiza calle Arrixaca del barrio murciano de San Andrés. La taberna no necesitó nunca poner un rótulo en la puerta, pues a la muerte de su abuelo todo el mundo la llamaba la taberna de La Viuda y así hasta hoy se conoce este veterano y querido local reconvertido en cervecería y marisquería por las mañanas y tasca por las tardes.

Del mismo modo que no tienen rótulo, tampoco tienen carta, ni falta que les hace, porque desde cualquier parte de su amplia barra metálica podemos ver las vitrinas repletas de pescados y marisco fresquísimos, a precios según mercado, que traen a diario, desde la cercana plaza de Verónicas, como cañaíllas, gamba blanca y gamba roja de Santa Pola, cigalas, quisquillas, langostinos de Guardamar, almejas, salmonetes, pescadilla, gallo pedro, rodaballo, gallinetas, calamares. Unas excelentes huevas de mújol o de atún, mojama y a diario preparan uno de los mejores pulpos al horno que podemos encontrar en Murcia. Mención especial merecen sus exquisitas anchoas en salmuera del cantábrico, que preparan a mano y con las que elaboran los tradicionales matrimonios y marineras.

El 18 de marzo de 1967, víspera de San José, el edificio bajo el cual estaba la antigua taberna se vino abajo, por suerte sin causar heridos. Un año más tarde volvió a abrir sus puertas tal y como lo conocemos hoy día con sus paredes de madera y el cuadro que preside la ventana de la cocina pintado por Ángel Martínez en 1968.

Por las tardes, se convierten en tasca y amplían su oferta con excelentes embutidos y queso, pulguitas, patatas cocidas, lengua y morros en salsa, bacalao frito cocinados por la madre de Mario, Dolores Miralles, y con la ayuda de su marido Ángel López en la barra y los camareros Antonio y Joaquín.