Opinión | Allegro Agitato

Ya está aquí la primavera

La popularidad que gozan actualmente Las cuatro estaciones y el propio Vivaldi hubiera sido impensable hace menos de un siglo, cuando este compositor estaba prácticamente olvidado.

Retrato de violinista identificado tradicionalmente con Antonio Vivaldi (ca. 1725). Autor anónimo. Museo internazionale e biblioteca della musica de Bolonia.

Retrato de violinista identificado tradicionalmente con Antonio Vivaldi (ca. 1725). Autor anónimo. Museo internazionale e biblioteca della musica de Bolonia.

Así comienzan los versos que inspiran el primero de los cuatro conciertos para violín y orquesta compuestos por Antonio Vivaldi que representan las estaciones del año. Cada uno de ellos se apoya en un soneto, probablemente del propio compositor, que retrata escenas asociadas a cada estación. En La primavera, después de uno de los comienzos más jubilosos de la historia de la música, Vivaldi describe magistralmente el canto de distintos pájaros en una conversación entre violines, la llegada de una tormenta, el ladrido del perro durante la siesta de unos pastores junto a un arroyo o el sonido alegre de la zanfoña. La popularidad que gozan actualmente Las cuatro estaciones y el propio Vivaldi hubiera sido impensable hace menos de un siglo, cuando este compositor estaba prácticamente olvidado.

Antonio Vivaldi nació en Venecia en marzo de 1678 y comenzó sus estudios de violín con su padre Gianbattista y con Giovanni Legrenzi, maestro de capilla en San Marcos. No solo estudió música; también llegó a ser sacerdote, aunque ejerció por poco tiempo. Fue dispensado de decir misa por razones de salud, posiblemente asma, en 1704, dedicándose desde entonces por entero a la música. Sería conocido como ‘Il prete rosso’ (El cura pelirrojo) y nunca abandonó oficialmente el sacerdocio.

En 1703, Vivaldi comenzó su relación con el Ospedale della Pietà, que duró hasta casi el final de su vida, con intermitencias provocadas por sus viajes. Esta institución estaba dedicada al cuidado de niñas huérfanas con aptitudes musicales. Las que tenían más talento se quedaban para convertirse en miembros de su orquesta y coro, y algunas, como Anna María o Chiara, permanecían allí toda su vida como profesoras. Las tareas de Vivaldi eran numerosas y se fueron ampliando con los años: enseñar a tocar el violín, dirigir el coro y la orquesta, componer, comprar instrumentos…

Pronto inició la publicación de sus obras, primero en Venecia y más adelante en Ámsterdam, que tuvieron una gran difusión, especialmente en Alemania. Sus manuscritos fueron copiados en Venecia por músicos como el violinista Johann Pisendel, y Johann Sebastian Bach transcribió para teclado varios de sus conciertos. Vivaldi es conocido por las enormes dimensiones de su obra, fruto de su facilidad para componer: según él, componía más rápido de lo que un copista tardaba en reproducirlo. Se calcula que creó unas 850 composiciones, de ellas más de 500 conciertos con solistas, sobre todo el violín, pero también para otros instrumentos como el fagot, el violonchelo o la mandolina. Un mal chiste decía que no se sabía si compuso 500 conciertos o el mismo concierto 500 veces. Obviamente, esto es totalmente injusto para uno de los compositores más originales y sorprendentes de la historia. Pero Vivaldi no solo escribió conciertos, sino casi todo tipo de obras instrumentales y vocales, como cantatas, serenatas y oratorios. Pero si algo daba fama y dinero era la ópera, y a ella dedicó gran parte de su actividad, como compositor y como empresario. Vivaldi afirmaba haber compuesto 95 óperas, aunque solo hay evidencias de 46 y partituras de 21. Le gustaba controlar el montaje de sus obras, lo que le hizo viajar por Italia (Milán y Roma) y por Europa (Praga y Viena). En 1718 le ofrecieron un prestigioso puesto en la corte de Mantua y se trasladó allí durante tres años, donde conoció a una niña, Anna Girò, que se convertiría en su discípula y prima donna favorita. Que Anna acompañara a Vivaldi en muchos de sus viajes provocó que se especulara con la relación que tuvo con esta cantante, aunque el compositor negó cualquier tipo de relación ‘extramusical’ o más allá del puro afecto.

La intensa actividad de Vivaldi le dio grandes beneficios, pero su derroche sin freno le llevó a morir en la pobreza. Vivaldi había conocido al emperador Carlos VI, por lo que se trasladó a Viena en 1740 con la esperanza de poder representar sus óperas. Pero el emperador falleció poco después, frustrando sus intenciones. Vivaldi tuvo que permanecer en Viena, por falta de dinero y problemas de salud, donde falleció en 1741.

Con su muerte, su nombre desapareció durante casi 200 años. En 1926, el investigador Alberto Gentili consiguió la adquisición del archivo personal de Vivaldi, que se creía perdido, por la Biblioteca Nazionale de Turín. En un proceso en el que participaron los compositores Alfredo Casella y Gian Francesco Malipiero, sus obras comenzaron a programarse y la editorial Ricordi a publicarlas desde 1947. Las cuatro estaciones tuvieron mucha culpa en el redescubrimiento de Vivaldi, sobre todo por las grabaciones y por la tarea de difusión que realizaron una serie de orquestas de cámara. Quiero destacar al conjunto romano I Musici, liderado por el violinista Felix Ayo en sus comienzos, que hizo de esta obra su carta de presentación durante décadas y sus grabaciones una referencia internacional. Actualmente, pueden elegir entre más de mil versiones de estos conciertos de diversos estilos, ‘tradicionales’ o historicistas. Por su singularidad voy a mencionar la de Nigel Kennedy, con su habitual atuendo punk (cuero, tachuelas y cadenas), ya que vendió más de dos millones de copias.

La primavera se ha asociado desde tiempos remotos con el resurgir de la vida, después de la muerte que supone el invierno. También Antonio Vivaldi, al igual que la primavera, renació de un olvido de siglos para disfrute de todos.

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