Se presentan en su página web como ´la tercer peor banda de rock and roll por méritos propios´, pero es solo marketing, otra forma de llamar la atención. Son La Fonda Rock, un grupo cartagenero que nació hace veintidós años, y que sigue en pie, sin arrugas, pese a esa crisis que vive desde hace años la música en nuestro país. De hecho, después de superar la mayoría de edad, la banda que lidera Manuel Ibáñez está en el mejor momento de su carrera, el más dulce, con más proyectos e ilusiones. Atrás han quedado años de crisis, no económica, porque nunca han tocado con afán de vivir de la música, pero sí de identidad, cuando la desidia y otras muchas circunstancias invadieron a gran parte de los componentes de la banda, que durante un tiempo ´invernó´ hasta que un día llegó savia nueva y La Fonda resucitó, reinventándose pero manteniendo su sello: rock para reír y llorar.

La Fonda anda inmersa en varios proyectos. El más inmediato, la organización de un concierto en el Teatro Circo Apolo, de El Algar, donde también se subirán al escenario Carlos Vudú, Ross y Crudos. Será el 30 de agosto, para despedir el verano, y muy cerca del Mar Menor, a partir de las nueve de la noche. Será la segunda edición del Apolo Rock Festival y la entrada solo costará 5 euros.

El grupo cartagenero lanzó una maqueta con una colección de sus canciones en 2012 bajo el título Hecho en casa. El trabajo, grabado en su modesto local de ensayo, en casa, como bien dice su título, contiene temas que se han convertido ya en clásicos con letras que llaman a la reflexión desde la diversión como ¿De qué se ríe usted?, una crítica directa a la clase política, Molestando a los vecinos, Memphis blues, Quiero ser tu amigo o Aleluya, canciones compuestas por Manuel Ibáñez (voz y guitarra) que llevan los arreglos y el sello de todos y cada uno de los componentes del grupo, que en la actualidad son Jorge Gens (batería), Sir Chirro (bajo), Raúl Martínez (guitarra), Eladio Lidón (guitarra y coros), Antonio Soler (piano, órgano y coros) y José Maria Plata (saxo, percusión y coros).

Y ahora afrontan, desde la madurez que le dan tantos años juntos, la grabación de su primer disco: «Acabamos de iniciar lo que será nuestro primer disco profesional, que va a producir Fernando Rubio, un hombre con una larga trayectoria. Ahora estamos tratando de seleccionar las canciones que van a ir en el disco, pero es que contamos con más de sesenta y las debemos dejar en diez o doce», afirma Manuel Ibáñez, quien considera que el proyecto les llega en el mejor momento de su historia: «La banda actual es la mejor por la madurez y por la compenetración entre nosotros. Han pasado muchísimos músicos y sé que todos guardan un buen recuerdo de La Fonda, pero el actual es nuestro mejor momento», dice el único componente que sigue adelante desde ese lejano 1992.

Y si la ilusión por sacar un disco es ahora el otro motor que mueve esta banda, lo que no pueden evitar es que en ocasiones cunda la desilusión por las escasas oportunidades que se dan hoy en día para tocar en directo: «Ahora mismo la situación está fatal. No hay locales preparados y la gente se ha acostumbrado a que la música se baja de Internet, que es gratis, y como no les cuesta nada, tampoco tienen el concepto de pagar por ir a un espectáculo. Dar un concierto y cobrar entrada es muy difícil», afirma Ibáñez, quien añade que después «están los señores de los bares, que se aprovechan de la situación, porque cuando te pagan, lo hacen con cantidades irrisorias». Y por si fuera poco, «ahora el Gobierno nos manda inspectores porque pretende que los músicos, a este nivel, que es de segunda regional, estemos dados de alta como autónomos. Quieren que grupos que tocamos dos veces al mes y que cobramos 200 euros a repartir entre siete, tengamos que pagar. Es un ataque directo contra la cultura, un desastre», dice amargamente.

Manuel Ibáñez, quien hace unos años vivió un momento trágico en su vida al detectarle los médicos un cáncer -«la música fue lo que me hizo tirar para adelante», dice-, invita al público, sobre todo, a verlos en directo, en un escenario, que es el hábitat donde se encuentran más cómodos: «Tenemos muchas cosas que decir y la gente se lo pasa bien. Entre nuestro público hay gente madura, y a esa es difícil de engañar, tienes que engancharla de otra manera. Nosotros comunicamos, hacemos una autopista de comunicación con el espectador, y en nuestros conciertos hay de todo, momentos de risa y trágicos».

Estos días la actividad de Manuel Ibáñez y de sus compañeros gira en la organización de ese concierto del día 30 en El Algar: «Es a beneficio del Teatro Apolo, que es una pequeña joya que tenemos en estas tierras. Si en Madrid o en Barcelona lo tuvieran, sería un monumento», denuncia, a la vez que invita a todos a presenciar un espectáculo que el año pasado, en su primera edición, ya llenó las gradas del coqueto teatro de la diputación cartagenera.