Disfruté mucho hace unas noches viendo la quinta entrega de la tercera temporada de 'Maraton man', es decir, el simpático y jovial Raúl Gómez, programa entre el deporte, la aventura, el viaje y el respeto por otras costumbres y culturas que emite los martes en abierto -bueno, luego aclaro-, la cadena de Movistar, o sea, Cero, o sea, #0. El capítulo estuvo dedicado a una de mis debilidades, Marruecos, en concreto a la zona sur del país, la que más me apasiona, la bella por dura y emocionante del desierto, las dunas, los ríos y los valles que atraviesan, las ciudades de barro y las kasbash más hermosas, unas en ruinas, otras, en perfecto estado de revista para el turista, como la de Ait Ben Hadu, muy cerquita de Ouarzazate, la ciudad que se va convirtiendo, de forma pomposa pero cierta, en «el Hollywood africano», o algo parecido.

Raúl Gómez quiso saber los secretos del corredor en ambientes hostiles, y las dunas o los pedregales del desierto lo son en carne viva. Nadie mejor que el atleta marroquí Lahcen Ahansal, ganador 10 veces de la Maratón de las Arenas, para recibir esa clase magistral, y por eso corrieron por el desierto de Erg Chebaba. Lo malo, lo peor, lo que no sé si podré mantener - y tampoco cuántos lectores- es lo que me pide Movistar este mes por el servicio llamado Fusión -internet, llamadas de fijo y móvil, y #0, con los mejores programas de la tele, sin duda-. Empecé pagando 60 euros, luego 70, y ahora, sin consultarme, sin firmar nuevo contrato, de forma unilateral, por mucho que vendan la moto de que me han mejorado los megas, los gigas, los bíceps o los tríceps, sin yo pedirlo, me cuelan 75 euros. ¿Me lo explican? ¿O habrá que ir dándose de baja?