Cada 1 de enero, recién nacido el año, sólo un bebé lleno de expectativas e ilusiones, nos saludaba la voz de un clásico que siempre habló de los clásicos, José Luis Pérez de Arteaga, en el Concierto de Año Nuevo en Viena. Este año también lo escuché en La 1 hablando del director venezolano Gustavo Dudamel, el más joven que lo ha dirigido.

Escuchando 'Radio Clásica' este 8 de febrero, de RNE, como hago muchas mañanas huyendo del ruido y la furia de las pantallas, me enteré de que había fallecido de madrugada. Suelo escuchar con delectación casi elitista 'Longitud de onda', un programa que aúna música y ciencia, que presentan Fernando Blázquez y Yolanda Criado, un programa civilizado y sutil que te hace sentir orgulloso de este servicio público porque sabes que un espacio así jamás tendría cabida en una cadena comercial.

Relacionar ciencia, nuevas tecnologías, y música, y preguntarse, como hace la página web del programa, si se puede transcribir a una partitura una crisis epiléptica, o si hay música fuera de nuestro planeta es un plato que hay que degustar con calma. Ayer noté que algo pasaba, por la hora, por los contenidos, por los invitados. La radio, los oyentes, estaban de luto. El homenaje a José Luis estaba más que justificado. En 'El mundo de la fonografía', también en 'Radio Clásica', De Arteaga dejaba clara su sabiduría con la humildad de los grandes talentos. Su espacio trababa el mundo de los sonidos grabados, de las novedades, de los matices según qué orquesta, director o intérprete hiciera ese registro fonográfico. Se ha ido un grande de la radio pública. Ya no tomará más churros en el 'café Fútbol', como hacen los asistentes al Festival de Música de Granada.