Dios redentor, redímeme y ten misericordia de mí. Jesús Salvador, Sálvame Deluxe. Virgen intercesora, intercede por mí con el resto de tu familia frente a un buen capítulo de Los Simpson. Ana Blanco, no cambies nunca de peinado ni muestres frío o calor ya estés en el Polo Norte o en mitad del Sahara.

Jesusito de mi vida, no soy niño como tú, pero como lo fui igual que lo fue Paloma Gómez Borrero, ayúdame a ver el Telediario sin blasfemar cada dos minutos. Incluso te pido con humilde vocecilla que si algún día, por equivocación, me topo con Amigas y conocidas, y por casualidad el realizador, sin advertencia ni nada, pincha un plano de Isabel San Sebastián y, embelesado ante su arrebatadora belleza, sapiencia, y profundidad intelectual caigo en sus redes, por favor, por favor te lo pido, arrebátame el mando de mis manos o haz la tele indestructible.

San Prepucio Bendito, por lo que más quieras, mándame como un mareíllo, como un vahído oportuno, como una nube en mis entendederas para no disparar mi tensión a niveles de colapso si alguna tarde, por esas cosas del destino, me topo con el anuncio, o con la señora ejerciendo de presentadora, donde se ve a Paz Padilla vendiéndonos un colchón que le viene muy bien a su espalda.

Prepucio bendito, óyeme. De rodillas te lo pido. Guárdame de aprenderme si quiera el nombre de los presentadores de una cosa llamada Cazamariposas. Reconozco que soy un soberbio sin límites, y que esa cosa está pensada para divertir a mis semejantes con chuminadas de gente inventada. Reconozco que me tomo la tele muy a pecho, por eso, con los brazos en cruz, os imploro que Jordi Hurtado siga intacto, sabiendo elegir el tono de sus tintes de pelo. Amén.