Cuando terminó Perdidos, los fans descontentos con el final de la serie cargaron sus iras contra Damon Lindelof. Más contra él que contra el jefe del tinglado, J. J. Abrams, que, como hace siempre, sólo se involucró en el proyecto al principio y luego lo dejó todo en manos de sus ayudantes. The Leftovers era la prueba de Lindelof en solitario para madurar como artista y reconciliarse con el público, pasar de una serie familiar de aventuras en una cadena generalista a otra más adulta y madura en la plataforma por cable HBO. Hace un par de semanas que The Leftovers acabó y muchos de los que renegaron del guionista en su día han empezado ahora a reconciliarse con su trabajo y rehabilitarle pese a sus pecados pasados. El que haya seguido este blog sabe que poco tengo que perdonarle a Lindelof porque soy un defensor del polémico final de Lost, así como también recibí en su día Leftovers con los brazos abiertos. Muy diferentes han sido las circunstancias entre el final de una y otra serie. El final de Perdidos fue un acontecimiento mundial, en el que en España y otros países muchos fueron los que se levantaron a las seis de la madrugada para ver el desenlace al mismo tiempo que en Estados Unidos. The Leftovers no ha tenido un final tan mayoritario, aunque sus reducidas legiones de fans sí han sabido trasladarnos que esto se acababa y que era un evento televisivo importante.

HBO ya había decidido cancelar The Leftovers el año pasado ante su baja audiencia y no hacer las cinco temporadas que estaban previstas, pese a su prestigio crítico. No obstante, la cadena había decidido renovarla una tercera y última temporada para que sus guionistas pudieran acabar la historia y darle un final como se merecía. Algo como lo que piden los fans de Sense8 y que Netflix les ha negado, pero en cambio sí hizo con Bloodline. A pesar de esa "baja audiencia", The Leftovers ha tenido a toda la crítica entregada y a un público fiel, al que esta vez el final no parece haber decepcionado. Nadie esperaba respuestas y, en un inesperado giro final, tenemos una larga conversación entre los protagonistas en la que se nos cuenta, pero no vemos, una posible interpretación de qué hubo tras de las desapariciones del Día de la Marcha Repentina. Tan convencidos estaban algunos de que no habría respuestas que ya ponen en duda que la historia que ha contado Nora Dust (Carrie Coon) sea cierta. ¿Realmente dice la verdad Nora o se lo está inventando todo? Esta semana en el blog analizamos el final de The Leftovers, así que aquel que no haya visto estos últimos episodios ya debe haberse imaginado que vienen spoilers y que, si sigue leyendo, lo hace bajo su propia responsabilidad. El mismo aviso para aquellos que no hayan visto aún Lost.

The Leftovers para su temporada final traslada su acción a Australia, precisamente el continente del que regresaban los protaganistas de Perdidos cuando su vuelo se estrelló en una extraña isla del Pacífico. Están a punto de cumplirse los siete años del 14 de octubre, el Día de la Marcha Repentina, aquella fatídica jornada en la que desapareció el 2% de la población mundial sin que nadie pudiera dar una explicación del por qué o del cómo. Simplemente se volatilizaron. La serie no trata sobre los motivos del misterioso suceso, sino de la desolación emocional de los que se quedaron. Un mundo en el que toda la sociedad parece haber perdido el norte y que se ha quedado sin referentes ante la incapacidad de ninguno de los poderes fácticos para darles respuestas. ¿Es un fenómeno físico? ¿Es religioso? Si la Iglesia tradicional tampoco es capaz de arrojar luz sobre estos interrogantes, es normal que aparezcan nuevos movimientos religiosos como la Secta del Remanente Culpable, presente desde la primera temporada, con sus propias teorías sobre el inexplicable fenómeno. Hay una amplia parte de la población convencida de que, cuando llegue el aniversario, será el día del fin del mundo. Hay quien ve en The Leftovers una gran metáfora sobre la conmoción que provocaron los atentados del 11-S, que abrió una escalada terrorista que aún hoy sigue golpeando por todo el mundo y traumatizando a la sociedad.

En esos guiños que la serie hace a la realidad, no puedo evitar pensar que la escena en un submarino nuclear con la que se abre uno de los episodios de esta temporada final, está inspirada en la tragedia aérea de Los Alpes con el vuelo de Germanwings, donde el copiloto estrelló deliberadamente el aparato contra las montañas con 150 personas dentro. En la serie, uno de los miembros de la tripulación del submarino se hace con los controles del arsenal nuclear de la nave y se encierra dentro del habitáculo bajo llave en pelota viva y a ritmo de Charles Aznavour para hacerlo detonar, mientras la desesperada tripulación intenta echar la puerta abajo para detenerle.

Hay una sensación de que se avecina el apocalipsis. Varios de los personajes de la serie están convencidos de que Kevin Garvey (Justin Terroux), el protagonista, es una especie de Mesías y que sólo él podrá salvar a la humanidad de la llegada del armagedón, un papel que el atormetado sheriff es reacio a aceptar. La creencia se apoya en el hecho de que en la segunda temporada le viéramos regresar de entre los muertos. La capacidad de Kevin de viajar entre una realidad y otra, el mundo de los vivos y el de los lejanos, es la que le pone para sus seguidores en mejor posición para conseguir la llave que podrá evitar el nuevo Diluvio Universal. Por cierto, ¿Kevin viaja realmente al mundo de los muertos o es una realidad alternativa? ¿O una alucinación? Nuevamente nos vamos a las conexiones con Perdidos, donde en la temporada final veíamos cómo uno de sus personajes, Desmond (Henry Ian Cusick), tenía la capacidad de saltar del presente a esa realidad alternativa donde todos parecían haber reiniciado sus vidas como si el accidente de avión jamás hubiera pasado. En el citado episodio final de Lost, descubríamos que esa realidad alternativa no era tal, sino que se trataba de una especie de Purgatorio, donde todos esperaban su paso al Más Allá. ¿Es Kevin un nuevo Desmond? ¿Es Nora su constante?

La faceta mesiánica de Kevin parece ser el argumento central de esta temporada final, donde todos los personajes, cada uno por sus propios motivos, acaban en Australia. De llegar el fin del mundo, realmente allí sería donde comenzaría todo. Nora tiene otra tarea. Hay alguien que está vendiendo a cambio de astronómicas cifras de dinero viajes en una especie de máquina que permite cruzar al lado donde se marcharon todos los desaparecidos. Todo parece que es una estafa y que lo que la máquina parece hacer es vaporizar al que la utiliza y punto. Pero a Nora, que investiga los posibles delitos que las personas que ofrecen estos servicios pueden estar cometiendo, le empiezan a surgir dudas y crece en ella el ansia de usar el dispositivo para reunirse con su familia desaparecida. Todas las pistas la llevan a Australia y es ella quien arrastra a Kevin en su viaje al continente oceánico. A lo largo de toda esta última temporada, el fantasma del suicidio está presente a lo largo de toda la trama. Lindelof es un maestro en conseguir que nos encariñemos con sus personajes, los veamos como personas reales y, por eso, cada revés que sufren lo padecemos también y sufrimos con ellos. Por eso, el enfrentar a los protagonistas con la idea de rendirse y acabar con todo incrementa los momentos de angustia en esta temporada final.

Otro de los grandes momentos de esta temporada llega cuando Nora y Kevin tienen una fuerte discusión tras la que ambos parecen separar sus caminos para siempre. La escena se culmina cuando Kevin se marcha dejando a una Nora desolada en la habitación del hotel empapada con el agua que cae sobre ella de los equipos de extinción de incendios, mientras suena el Take on me de A-ha. Cada uno inicia por separado el camino hacia su destino, Kevin parece aceptar la misión de Mesías que todos están empeñados en darle, mientras Nora va en busca de la máquina con la firme decisión de volver con los suyos. Todo parece que el desenlace consistirá en ver a Kevin en su papel de salvador del mundo, pero al final nada de nada. Ni hay diluvio, ni apocalipsis, ni momentos de victoria en el mundo de los muertos, donde todo parece ser consumido por el holocausto nuclear. La vida continúa sin que se produzca ninguno de los desastres anunciados y sin que Kevin logre salvar a nadie.

Es cuando llega el capítulo final, cuando nos damos cuenta de que la verdadera Mesías es Nora. Aunque la segunda temporada había sido muy aplaudida, a mi juicio, el personaje de Nora era uno de los que más se habían desdibujado en la trama. Su papel se redime en estos últimos episodios y recupera el papel que le corresponde. El capítulo final comienza con el momento en que Nora se dispone a entrar en la máquina. Tras la emotiva despedida de su hermano y la activación del dispositivo, damos un salto y nos encontramos a una Nora anciana, que vive retirada en un alejado pueblecito australiano. En algunas escenas de la temporada, ya habíamos visto algunos momentos de este mundo, pero no sabíamos muy bien lo que eran. ¿Es una realidad alternativa?, ¿es una alucinación mientras está en la máquina? La vida de retiro de Nora se ve interrumpida el día que contacta con ella un Kevin también anciano, que ha recorrido medio mundo buscándola. Es entonces cuando nos damos cuenta de que lo que vemos es el futuro. (Cómo nos desconcertaban estos cambios temporales en Perdidos, ¿verdad?). En la emotiva escena final, Nora cuenta a Kevin que cruzó al otro lado gracias a la máquina. Que llegó a una realidad donde era el 98% de la población los que desaparecieron y el otro 2% los que se quedaron. Y así fue como Nora, al ver que su familia había rehecho sus vidas sin ella y no la necesitaban, decidió regresar para seguir con la suya.

Algunos piensan que el discurso final de Nora, es algo que se va inventando sobre la marcha. Que no puede ser que, tras haber descubierto el mayor misterio de la humanidad, se lo calle para sí misma y no lo haya contado a nadie. Lo que cuenta sería una especie de prueba de amor para Kevin antes de decidir si volverá con él o no, reduciendo todo a un acto de fe. O crees o no crees. Los favorables de una y otra postura tendrán argumentos para dar y tomar, ya que la serie en ningún momento se decanta por ninguna. Aunque Lindelof haya querido jugar a la ambiguedad, probablemente tendrá su teoría favorita. Hasta que él no la desvele, difícilmente la sabremos, aunque analizando las fuentes literarias de las que bebe el guionista, creo que sí podemos ver por dónde van los tiros. O al menos exponer mi teoría. En varios momentos de este artículo, he ido haciendo paralelismos entre The Leftovers y Perdidos.

A lo largo de las seis temporadas de Perdidos han sido bastantes los homenajes/guiños/referencias que me he encontrado a la obra literaria de Stephen King. En la saga de La Torre Oscura, cuya adaptación al cine se estrena este verano, el protagonista es el último miembro de una orden de caballería conocida como los pistoleros. Roland busca la Torre Oscura, una legendaria construcción en la que se encuentra el nexo de todas las realidades. Como la isla de Perdidos, nunca se nos llega explicar del todo qué es, ni de dónde viene, pero es el elemento sobre el que giran los argumentos. Unos buscan la torre en la novela, otros buscan la isla en la serie. J. J. Abrams fue uno de los elegidos al principio para llevar al cine la saga de La Torre Oscura. Entre los compañeros del Pistolero está Eddie Dean, un exdrogadicto al que las aventuras en el universo de Roland, le suponen una cura de desintoxicación de su adicción por las bravas. ¿Les recuerda a Charlie (Dominic Monaghan)? ¿Y si les digo que su hermano también tuvo la culpa de sus adicciones? Otra de los miembros del equipo es Susanah Dean, una mujer de color que va en silla de ruedas y con un problema de doble personalidad. ¿No recuerda a Locke (Terry O Queen)? Los símiles siguen. El villano de La Torre Oscura, Randall Flagg, aparece en otra de las novelas de King, Apocalipsis, donde se nos muestra un mundo donde la sociedad ha quedado diezmada a causa de un letal virus de laboratorio. Uno de los principales problemas de ese mundo era que los niños solían morir nada más nacer al sucumbir al patógeno. ¿No había un problema similar en la isla de Lost?

Alguno se estará preguntando ¿qué tiene que ver todo esto con The Leftovers? Pues bien, paciencia, ya llegamos. Hay otro relato de King titulado Langoilers, de la que se hizo una miniserie durante los 90, donde parte de los pasajeros de un avión (vaya ¿otro avión?) descubre que el resto ha desaparecido durante el vuelo. Al llegar a Boston, su ciudad de destino, confirman sus peores temores, que el resto del mundo también se ha esfumado. Realmente los que han desaparecido son ellos al haberse colado por una especie de grieta temporal mientras dormían durante el vuelo y ahora deben intentar volver a su mundo. ¿Les va sonando el argumento? Y al fin y al cabo, ¿no es Fringe (otra de las producciones nacidas de la factoría de J. J. Abrams) una serie sobre universos alternativos?

Con toda esta influencia argumental de King en los guiones de Lindelof, ¿realmente creen que Nora miente? Lo haga o no, también es lo de menos. Al final nos encontramos como The Leftovers es la historia de amor entre Nora y Kevin. La que nos cuenta cómo los dos consiguieron recomponer los pedazos de sus destrozados corazones y retomar su romance en el otoño de sus vidas. Un final feliz para una serie que hasta ahora había dado pocos momentos para la esperanza y que lograba hacer poesía del sufrimiento. Al final todo se reduce a una cuestion de fe. Si Kevin cree o no en Nora. Y Jack (Mathew Fox), el protagonista de Lost, un hombre de ciencia, acabó sacrificando su vida para proteger a la Isla por una cuestión de fe. No importa lo mucho o poco que lo entendamos. Esta vez también hemos acabado con una lágrima.