El fuego subyace en cada rincón de la flamante sala Léucade, que se abrió al público el pasado 16 de noviembre, bajo la dirección de Sofía Martínez. Todos ardemos en llamas. Para poco sirven nuestros pensamientos pirofóricos. José Antonio Torregar (Ceutí, 1978) es licenciado en Bellas Artes por la Facultad de San Carlos de la Universidad de Valencia desde 2001, obtuvo una beca Erasmus en el curso 1999-2000 para estudiar en la Accademia di Belle Arti di Venezia, y en el año 2003 le concedieron una beca de residencia en la Fundación Antonio Gala de Córdoba. Ha recibido numerosos premios por sus logrados trabajos y este es el sexto año que imparte clases como profesor asociado en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Murcia. El pasado mes de enero expuso individualmente su último proyecto, Miscelánea, en las salas del palacete del Huerto Ruano de Lorca.

El padre del pintor, Torregrosa, me lleva delante de un cuadro de gran formato y pone sus manos delante de la pintura y dice mirándome fijamente a los ojos: «Puedes llegar a sentir el calor». Y tal vez tenga razón, porque todo radica en potenciar la imaginación del autor y del espectador. La sala arde y nadie ha colocado un retén de guardia que pueda sofocar el incendio que se apodera litúrgicamente de todas las paredes, en las que se observa un espléndido desarrollo pictórico donde entran en comunión constante abstracción y realismo, con la brillantez con que solo sabe hacerlo un genio (no debería leer el artista este calificativo, porque después se lo cree en exceso y se puede volver insoportable, espero que no ocurra).

Realidad confusa

Sus gigantes fogatas que hoy cuelgan en Léucade queman anteriores procesos y aprendizajes de alumno. Torregar desea purificar el panorama insípido, confuso e irracional que rodea al arte, y en Murcia, estos días especialmente. Por eso, con permiso de ustedes, estimados lectores, el escrito de hoy quisiera dedicárselo a un honesto y profesional muleño, Juan García Sandoval, director en funciones del Museo de Bellas Artes de Murcia (Mubam). El poeta alemán Paul Celan (1920-1970), quien se suicidó arrojándose al río Sena desde el parisino puente Mirabeau, escribió que «la realidad no está simplemente ahí, debe ser investigada y conquistada». La realidad de las obras de la colección Llamaradas no se evidencia en una rutinaria visita a la muestra: el espectador debe arder al compás del cuadro para no figurar como un pirómano de la encorsetada cultura que nos imponen. «¡Arded, malditos!», no recuerdo quién lo formuló.

Los cuadros desprenden apitoxina (veneno de abeja para tratamientos faciales). «Esta muestra consiste en una continuidad de un proyecto pictórico en el que ando embarcado durante los últimos años y tiene el elemento primigenio del fuego como protagonista absoluto. Las 17 obras que expongo han sido realizadas entre 2013 y 2014, y me han servido como campo de experimentación de prácticas pictóricas», señala el artista a este periódico. El resultado es una serie de piezas de un significativo impacto visual, y según la distancia a la que las contemples, se pueden encuadrar como pintura abstracta o hiperrealista; es la característica más sobresaliente de la propuesta que se puede visitar en la sala Léucade hasta el próximo día 20 de marzo.

Lenguaje conceptual

«Tratar de encasillar mi estilo resulta siempre bastante complejo, sobre todo para mí. Trabajo indistintamente el dibujo, la pintura, la escultura, la fotografía y la instalación. Mi obra parte de un proceso conceptual que posteriormente es ejecutado, en la mayoría de las ocasiones, a través de un lenguaje figurativo que podría decirse que coquetea con síntomas hiperrealistas, confeccionado todo desde un planteamiento innovador», aclara Torregar a la hora de definir su creatividad, y él pide y exige a una obra de arte que «no te deje indiferente». Entre sus referentes en el mundo del arte se encuentran el pintor y escultor alemán Anselm Kiefer, el grabador y pintor británico Lucian Freud y el irrepetible pintor sevillano Velázquez.

La carnalidad matérica se desvela en cada centímetro de todas las obras, bien sean sobre madera o papel. Freud una vez contó que «la pintura puede ser un instrumento de reflexión sobre la enajenación del hombre contemporáneo». La perspicacia se diluye ente óleo, acrílico, tintas, agua, barnices, disolventes y otros productos que el pintor de Ceutí va superponiendo y volcando en la obra cuando la primera capa de pintura aún está mordiente (fresca), por ese afán suyo de construir 'deconstruyendo'. Ahora podríamos rodar en la sala nuevas escenas de la película Llamaradas, dirigida en 1991 por el realizador estadounidense Ron Howard, con Kurt Russell y Robert de Niro de protagonistas. La tarde de la inauguración de Llamaradas no estuvieron los conocidos actores, pero la sala, con los invitados, ardía entre vinos y lujurias carnales.