Retoma los elementos clásicos del cine bélico norteamericano con resultados globalmente satisfactorios, sobre todo en el campo de la descripción de los conflictos propios de la guerra, mostrando con enorme precisión un considerable despliegue de medios y una sorprendente localización de los exteriores, convirtiendo escenarios de Nuevo México en el árido y frío norte de Afganistán.

El resultado es, por ello, correcto, si bien no consigue superar por completo su prueba más delicada y compleja, la de evitar todos los tiempos muertos en una cinta de 130 minutos que no es otra cosa que una sucesión ininterrumpida de enfrentamientos con idéntico paisaje y unos soldados y fuerzas armadas muy similares. De ahí que aunque haya que valorar el trabajo del director, el danés Nicolai Fuglsia, más aún teniendo presente que ésta es su primera experiencia en el largometraje, su falta de experiencia es inevitable.

Los datos más atractivos de la película se basan en tres factores destacados, en concreto el que se apoye en unos hehos reales, los de la primera acción de guerra de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos después del 11-S, el que enfrentase a las fuerzas norteamericanas contra los talibanes y huestes del Estados Islámico y el que culminase con una victoria arrolladora de la unión entre los estadounidenses y la Alianza del Norte, sobre todo porque la desproporción entre uno y otro contingente era de 5000 a 1. Sin que, además, no muriese ninguno de los 12 miembros del comando de Boinas Verdes que llevó a cabo el ataque.

Lidera el reparto el australiano Chris Hemsworth, que curiosamente es el esposo de la española Elsa Pataky en la película y en la vida real.

Esta operación desclasificada hace muy pocos años fue convertida en libro por el escritor Doug Stanton y ha sido el origen de la cinta.

Su valor estratégico estriba en que fue la primera vez en que colaboraban las tropas de Afganistán con las de EE UU.