Calificación: *** | Guion y dirección: Leigh Whannell, inspirado en el personaje de H.G Wells. Fotografía: Stefan Duscio. Música: Benjamin Wallfisch. Intérpretes: Elizabeth Moss, Oliver Jackson-Cohen, Aldie Hodge, Michael Dorman, Storm Reid, Harriet Dyer, Benedict Hardie, Renee Lim, Nick Kici, Vivienne Greer. Duración: 124 minutos. Nacionalidad: Australia-EEUU. Título original: 'The Invisible Man'. Producción: Blumhouse-Goalpost para Universal.

Está lejos de ser una brillante revisión de un personaje mítico de la galería de monstruos de la Universal, concretamente del creado por H.G. Wells en la década de los treinta, aunque es verdad que aporta a las versiones previas un toque de cine de serie B a tener en cuenta y alguna secuencia particularmente inquietante que no hará milagros en taquilla pero que tampoco sembrará el aburrimiento por doquier.

El 'culpable' de lo que vemos es un australiano con escaso pedigree, Leigh Whannell, que solo había dirigido dos películas, 'Upgrade' y la tercera entrega de 'Insidious', sin demostrar virtudes apreciables, pero poniendo de manifiesto su dedicación exclusiva, de momento, al terror.

Con la presencia en el reparto de la ganadora del Emmy, Elizabeth Moss, que acentúa el propósito del director de exagerar su limitada capacidad de seducción, se hace ostensible un factor determinante, el protagonismo de la mujer, en esencia de una Cecilia Kass que vive unos momentos angustiosos desde la muerte su exnovio, un gran experto en cuestiones de óptica que, según la versión oficial que ella no admite, se suicidó. Y todo parece darle la razón a Cecilia cuando esta, que ha recibido una jugosa herencia de su ex, empieza a ser víctima de extraños y misteriosos sucesos en los que es asediada por un ente invisible que cada vez estrecha más el círculo que les une.

Por eso buscará la ayuda de su hermana, de un amigo de la infancia y de la hija adolescente de este para que contribuyan con ella para sacar a la luz lo que se esconde tras las pesadillas reales que está sufriendo. Sin alcanzar las metas propuestas, Whannell delata limitaciones que se plasman en los minutos finales, fruto por un lado de un metraje excesivo que obliga a alargar secuencias un tanto desvaídas y, por otro, de la reducida espectacularidad de un enfrentamiento que no da mucho de sí.