Resucita en parte el espíritu de las películas de marionetas que lograron un gran éxito de público, sobre todo de la mano de los muy populares protagonistas de la serie de televisión Barrio Sesamo, a finales del siglo pasado, pero lo hace valiéndose de un relato que inunda la pantalla de principio a fin de tacos y de groserías que rozan la más exagerada vulgaridad.

No hay tregua desde el primero minuto para escuchar unos diálogos que pueden, incluso, molestar a un sector de público. Lejos, sin embargo, de esas pretensiones, es innegable que el argumento alienta unos pocos momentos divertidos que se inspiran a grosso modo en historias baratas del cine negro de Hollywood, que fue la semilla de este filón. De ahí que la cinta solo brille y con limitada magnitud gracias a los excesos verbales, en todos los aspectos, de los protagonistas, un detective y una inspectora que han creado un mundo en el que coexisten humanos y muñecos, estos últimos con su habitual ropa de franela.

Resuelto a asumir la dirección del largometraje, a pesar de los cambios operados en una trama que iba destinada exclusivamente a los adultos, el director y guionista Brian Henson aplica a la película ingredientes propios del cine para adultos. Con ello, sin dejar de lado esas marionetas en dos títulos para niños que llegaron a la gran pantalla, Los Teleñecos en cuentos de Navidad en 1992 y Los Teleñecos en la Isla del Tesoro en 1996, se va configurando el guión.

Este último, elaborado por Todd Berger, se moviliza a partir de la alarma generalizada que se produce en este mundo misterioso que se mueve en dos esferas diferentes. El mayor inconveniente reside en que las marionetas están consideradas como ciudadanos de segunda clase, de modo que buena parte de los que formaron parte del casting de los 90 están siendo asesinados uno tras otro. En tales circunstancias un policía convertido en detective privado se encarga del caso. Y en este enfrentamiento asistimos a situaciones propias del cine porno con erecciones colectivas. Es probable que se lleven las cosas demasiado lejos.