Semana Santa

El sol hace relucir las joyas de Salzillo ante una ciudad abarrotada

Una madrugadora procesión de Nuestro Padre Jesús Nazareno, la más emblemática de la Semana Santa murciana, conquista y emociona a miles de asistentes

Alba Marqués

Alba Marqués

Más madrugador que otros años, el cortejo morado partía a las siete de la mañana desde la Iglesia de Jesús para dar comienzo a la procesión de la Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Las puertas del templo se abrían con antelación porque el reloj aún no ha cambiado al horario de verano, aunque el cielo sí lucía estival. Un alivio para los devotos después de que las lluvias hayan impedido las procesiones durante los primeros días de la Semana Santa murciana.

Pero el sol acompañó y la hermosura de los 'salzillos' desfiló por las calles de la ciudad ante la mirada de miles de murcianos que, ya sea desde sus sillas, balcones o de pie, abarrotaron la capital y contemplaron los nueve pasos, todos, excepto uno (el titular), salidos de la mano de Francisco Salzillo. Los penitentes vestidos con su característico color morado, con cordón amarillo, rosario y sandalias, hicieron un recorrido de 3.200 metros que les llevó casi dos horas y media. Los nazarenos estantes que les acompañaron, por su parte, vestían a la manera tradicional murciana, con enaguas, esparteñas y medias de repizco.

Abrió el cortejo la grandiosidad de La Cena. Junto al cordero de plato principal, frutas y hortalizas de la huerta murciana adornan la mesa en la que todos los apóstoles (menos uno, que lo sabe, y otro, que duerme) se sorprenden al anunciar Jesús que uno de ellos le traicionará. Después, La Oración del Huerto, que lució un olivo y una palmera realizada por sus estantes la tarde de Jueves Santo en la Plaza de San Agustín. El Ángel de La Oración guió el camino de un montón de nazarenos y de las otras joyas escultóricas que salieron de las manos del maestro del siglo XVIII: El Prendimiento, Los Azotes y La Verónica.

En el ecuador del desfile salió La Caída y después llegó el turno del titular de la Cofradía, Nuestro Padre Jesús Nazareno, de autor anónimo. Lo portaron 18 mayordomos, que hicieron el recorrido descalzos, como el resto de miembros de la hermandad. Detrás, San Juan y La Dolorosa. Cuatro ángeles, tan sufrientes como ella, y cuatro adornos redondos de flores rosas tratan de dar consuelo a la Madre de Dios, que extiende las palmas de las manos al firmamento en busca de una respuesta. La Dolorosa, coronada de estrellas, fue la última que pasó.

El esfuerzo de los estantes, cuando ya está terminando la procesión, es patente. Más en esas calles estrechas en las que los espectadores se ven obligados a levantarse para que pasen los tronos. Y lo hicieron gustosos, animando a aquellos que portaban en sus hombros las imágenes talladas en madera.

Los asistentes rompían en aplausos en señal de admiración y respeto ante el paso de tales joyas de museo. Las palmas resonaron en la Glorieta, Santo Domingo y la Plaza del Cardenal Belluga, entre otros puntos emblemáticos de la ciudad. Este año las tallas se detenían frente a una Catedral de Murcia tapada por una lona, que cubre la estructura mientras se lleva a cabo la restauración de la fachada. A la espera de los pasos, los presentes la señalaban y comentaban los elementos que en ella aparecen. Otros comentaban el buen tiempo o los planes que les esperan este fin de semana y en las próximas Fiestas de Primavera.

Pero cuando llegaban los pasos de la procesión más emblemática, la mirada automáticamente se desviaba y los murmuros sonaban diferentes: "Qué preciosa", admiraba una señora. "Muy bonita, sí señor", sentenciaba su acompañante. Se hacía difícil prestar atención a otra cosa.