¿Puede caber el Museo del Prado en media hora de televisión? Está claro que no. Ni en una serie documental de muchos capítulos. Con motivo del bicentenario de la pinacoteca, Atención obras se desplazó hasta allí para grabar una edición especial que incluía la entrevista con Miguel Falomir, su director. Que no se me malinterprete, pero que en treinta minutos se despachase el asunto me pareció hasta obsceno.

Vamos a ver si me explico.

Ya he visto hasta tres veces el programa, un alarde de belleza en Alta Definición. Pero, por ejemplo, invitar a Antonio Muñoz Molina para que explicase su cuadro favorito, in situ, y dedicar a ese momento apenas un minuto de programa, me descolocó.

La culpa no es del equipo de Atención obras, todo lo contrario; bastante hacen ellas y ellos con nadar contracorriente. Yo hubiera entendido que este programa de alcance divulgativo se hubiese emitido en La 1. Para un espectro amplio. Pero es que estamos en La 2, y en el buque insignia de la producción propia de la cultura en la cadena.

Tan inmunizados estamos ante la subversión de la escala de valores, que a nadie parece importar la degradación del espacio cultural en los medios. En todos los medios. Hace 35 años, en este mismo canal, Mirar un cuadro dedicaba un cuarto de hora a analizar una obra. Con medios escasos y un gran afán didáctico. Basta revisitar hoy cualquier entrega de Trazos o Imágenes, la revista de arte presentada por Paloma Chamorro, para constatar cómo el ocio y el negocio han suplantado a la cultura. Bastante hacen los de Atención obras con mantenerse en pie. Con dignidad y entrega. Pero quien encuentre en la entrevista a Falomir una palabra fuera del lugar común que me lo comunique, por favor. Le estaría muy agradecido.