Me gusta Rosario Pardo desde que la conocí hace más de veinte años. Una actriz carismática. Una cómica de bandera que es mucho más que una humorista como demuestra cuando se zambulle en proyectos dramáticos. Como el que hace un año emprendió de la mano de su paisano Alberto Conejero. En plena efervescencia de homenajes a Miguel Hernández, al poeta y la actriz jienneses se les ocurrió tributar un recuerdo a su mujer, Josefina Manresa, que también nació entre olivos.

Hacía tiempo que tenía ganas de ver 'Los días de la nieve', una delicia para los sentidos. Un deseo cumplido gracias a la Muestra de Alicante. Pero lo que resultó un plus que nunca olvidaré fue el encuentro con los medios, en el que sin pelos en lengua hizo un retrato muy pesimista acerca de la situación de la cultura en este país. Ahora que ha montado compañía junto a su marido, se ha hecho cómica de la legua y viaja de ciudad en ciudad, Rosario Pardo se ha sorprendido al ver como en las programaciones de los teatros de las Españas priman los monologuitos, que son los que de verdad llenan. Se queja la actriz de que la edad media de los asistentes a su función durante este año de bolos oscila entre los 65 y los 70 años. Y no cree que la revolución digital vaya a jugar a favor.

Sin preguntarle nada, en su terapéutica alocución señaló a la televisión como una de las culpables de semejante panorama. Una televisión desolada la que retrato Pardo, quien dijo sentir envidia de la francesa, que conoce bien, donde tratan los libros, el teatro y el cine "con amor" y donde un público receptivo la consume con gozo. No faltaron palabras para criticar a la televisión autonómica andaluza, en la que no se reconoce. Para hacer lo que hace, afirmo contundente, si no estuviera nadie la echaría en falta. También aludió al habla de Jaén y Orihuela, con tanto en común. Será cosa del rio Segura, que nace en una tierra y desemboca en la otra, apostillo. Pero eso daría para otro debate. Rosario Pardo, una grande.